martes, 28 de febrero de 2017

LOS DUEÑOS DE LA NOCHE


Trelew, agosto de 2015, en las afueras del boliche Rexo un patovica golpea a Daniel Sorias y lo deja en coma.


"ANTÍGONA
Aunque ahora quisieras ayudarme, ya no lo pediría: 
tu ayuda no sería de mi agrado; 
en fin, reflexiona sobre tus convicciones:
 yo voy a enterrarle, y, habiendo yo así obrado bien, 
que venga la muerte: amiga yaceré con él, con un amigo,
 convicta de un delito piadoso;
 por mas tiempo debe mi conducta agradar a los de abajo que a los de aquí, 
pues mi descanso entre ellos ha de durar siempre. 
En cuanto a ti, si es lo que crees, deshonra lo que los dioses honran.
ISMENE
En cuanto a mi, yo no quiero hacer nada deshonroso, 
pero de natural me faltan fuerzas para desafiar a los ciudadanos.
ANTÍGONA
Bien, tú te escudas en este pretexto, pero yo me voy a cubrir de tierra 
a mi hermano amadísimo hasta darle sepultura.
ISMENE
¡Ay, desgraciada, cómo terno por ti!
ANTÍGONA
No, por mi no tiembles: tu destino, prueba a enderezarlo."

ANTÍGONA, Sófocles

1 CRÓNICA

La madrugada del domingo 26 de febrero del 2017, en Trelew, a eso de las cinco de la mañana, casi me muelen a palos dos patovicas del bar Costumbres Argentinas (Luego una amiga diría con tino "son costumbres argentinas...") ubicado en el Pasaje Tucumán entre Belgrano y Fontana. 
Yo había salido afuera con la advertencia de que no podía volver a entrar al lugar, luego por la insistencia de una amiga intenté hacerlo y después de cruzar unas palabras el patovica de la puerta me advirtió que me fuera o que me arrancaba la cabeza.
Acto seguido me alejo de la entrada del lugar, me siento y me prendo un cigarrillo. No obstante, en menos de un minuto, otro patovica se me acerca apurado. Viene a "aclararme los tantos". 
Atónito frente a una situación que no tenía sentido; estando yo ya fuera del establecimiento, alejado de la puerta y sin hacer disturbios; le intento explicar que su aclaración no venía a cuento.
Grave error. 
A los dueños de la noche no se les puede explicar nada, no se los puede contrariar. A estos duques musculosos, merqueados y que cuentan con un hermoso historial de impunidad, nadie les puede levantar la voz. "Ni si quiera mi vieja me grita" fueron las últimas palabras que escuché cuando, luego de intentar lanzarse encima mío, lo frena mi cuñado y una amiga tironeándome del brazo me empuja para huir corriendo del pasaje. El que liga de souvenir un par de trompadas es mi cuñado, sólo por intentar frenarlos.
La situación -esta vez- no dejó una desgracia. Me corrieron hasta la esquina, y como un exiliado inaudito, escapé de una agresión que ni yo ni nadie merece de parte de los sujetos que trabajan para cuidar la seguridad de los establecimientos.
Ante esto una aclaración: la seguridad de un establecimiento, antes que sus cristales, sus mesas, sus botellas de Quilmes, es el bienestar de la clientela. De lxs pibxs que todos los fines de semana eligen ese lugar para compartir risas y cervezas. Esta aclaración tan boba parece no estar en la mente de ninguna de estas personas que dedican su tiempo a medirse la pija con pendejos borrachos, amedrentando con amenazas de muerte en el arco de triunfo de una puerta de bar.

2 ALGO HABRÁN HECHO

Por más horrorosa y desmedida que resulte la analogía, hiela la sangre ver cómo un razonamiento de la dictadura frente a lxs desaparecidxs se replica en otros actos de violencia dentro de la vida contemporánea. 
Sucede cuando una mujer es golpeada y alguien pregona que "se lo habrá buscado", que "provocó la situación". Sucede cuando la policía local y/o nacional muele a palos, viola o asesina a pibxs "eran pibes bravos", "se les fue la mano pero lo merecían", etc.
Y sucede también en estos casos. Casos que terminan sin denuncia por el miedo que lxs pibxs tienen de represalías mayores, porque la policía en lugar de inspirar confianza inspira miedo y asco (largo historial de abusos indescriptibles carga también Trelew), porque lxs adultxs que debieran acompañarlxs en lugar de estar al pie del cañón en su defensa les preguntan que qué hicieron. El oprimido opresor del que habla Freire, el cordero llorando por el lobo, el silencio cómplice frente a una verdad imprescriptible: ninguna persona merece ser molida a palos por alguien que debiera cuidarlo. Y punto.
La impunidad es una ofrenda que le otorga el pueblo a sus agresores. Es un circuito vicioso de miedo y alienación. Es naturalizar la probabilidad de un asesinato en cada boliche, en cada bar, por miedo a al riesgo de la integridad física, por desconfianza en los agentes de la ley que están presuntamente entongados, por alienación frente a la costumbre de que "estas cosas pasan", "la noche es brava" y "nada se puede hacer"

3 BALANCE Y DAR DE NUEVO

No se trata frente a esta injusticia, como frente a tantas otras, de encarnizarse contra los sujetos que actúan. Sería necio tomar este caso como una situación personal, teniendo en cuenta la frecuencia con la que suceden estas cuestiones y las pocas veces que cobra conocimiento público y una demanda de  cambio.
Los dos muchachos que me amenazaron y casi me muelen a palos el sábado pasado cargan en su cuerpo, en su historia, con una lógica machista y una pobreza de empatía enormes. 
Entran en un circuito nocturno en el que para estar pila tenes que destrozarte la nariz y el alma tomando merca. Un circuito de hombres en el que las minas pasan porque traen clientela, se revisan las mochilas pero no las carteras, se decide por vestimenta quién pasa y quién no, y aquellos que son leídos como hombres deben rendir pleitesía y reconocerse inferiores, quedarse piolas, para ingresar.
Desde que difundí lo que me pasó no paran de llegarme casos similares y apoyo de muchas personas que, sin conocerme, reconocen en mis palabras lo que han vivido. Memoria de los cuerpos de la juventud contemporánea, memoria silenciada por el miedo. 
Yo no quiero tener más miedo. No quiero quedarme piola. No quiero que mis amigxs sigan yendo a lugares así con el riesgo permanente de terminar internados por una mirada o un gesto leídos como una provocación. No quiero que haya hombres que carguen tanta violencia en sí mismos que necesiten liberarla contra pibxs borrachos e indefensos. No lo acepto.
Como Antígona y su hermana, siempre se puede elegir. Guardar silencio y recaudos y lamentarse en la privacidad, dejando que el tiempo borre la agresión del cuerpo, o pararse frente a la injusticia y hacerle frente apelando a razones históricas que trascienden lo individual, que hermanan nuestras existencias con las de tantxs otrxs que lucharon por un mundo mejor.

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