¡Ay!
Me
quejo y campaneo ¡ay! ¡ay!
¡Ay!
Deambulo
en mi sola queja convento
me
arrumbo sin rumbo mamerto
a
mambo lento.
Bajo
pendientes rocosas jocosas
perdiendo
los dientes palpándome el vientre
rasgando.
Me
muerdo la sombra me musgo el espejo
me
veo de cerca y de lejos reflejo perplejo dónde
voy
¡Ay!
Lamento
stacatto en brotar permanente.
Lamento
me meto
en
mi cuerpo peleo reo
cargao
acorcovao
con
las articulaciones detonadas de oraciones
acumuladas
acciones no
dadas
dón
de
¡Ay!
-epidermis
en profunda hoguera es
mi
voz la hoz de mi propia garganta
¿qué
te haces la santa sepulturera?-
Me
freno febril y adopto fabril mirada:
Enfrentaré
mi desgracia con ansia
sacudiré
de mis venas la ajena
techare
mi pecho y sus vericuetos
y
alzare las vertebras en harta torre.
Parto
a la noche con el hocico en alto
con
el cuerpo harto de centrifugar
y
me lanzo al filo sin sigilo.
Portazo
vivo ¡remisazo!
a
ver si atajo raigambre alguna
a
los ponchazos ponche liberá el tinto
¡Relincho!
Avaro
mamo cigarro sin tregua.
Me
humeo la entraña me ensudo las medias
me
hago ‘e cigüeña y me bautizo
con
una tuca roedora de piso.
Entre
tole y tole junto maraña
y
me arrojo a lo araña sobre la muchería.
Las
camaradas me fletan a pestañazos
me
filetean lejos de su regazo
me
ríen la jeta y la chamuscan
con
el kerosén zarpado de la vergüenza.
Ya
más negro que el hoyo
me
empilcho y heraldo erguido a me’ia asta
al
lengüetazo del solazo me salgo.
Y
maldiciendo de mis labios mis propias patrañas
el
cardumen de babia que me disipa
me
como mi roña diaria y me catapulto
a
la tumba dominga de mi catre maltrecho.
De ANIMALADA, 2017
Ilustración de Camila Wulach