sábado, 25 de marzo de 2017

LA CUESTIÓN ES PASAR EL TIEMPO





LA CUESTIÓN ES PASAR EL TIEMPO:
1960
DOS FILMS LATINOAMERICANOS SOBRE LA JUVENTUD

“La cuestión es pasar el tiempo, ¿No?”
Vickie en “La terraza

“Last year I was twenty one
I didn't have a lot of fun
And now I'm gonna be twenty two
I say oh my and a boo-hoo
It's 1969 OK all across the USA
It's another year for me and you
Another year with nothing to do
Another year with nothing to do”
“1969”, Iggy Pop and The Stooges

Los films “La terraza” y “Los Caifanes[1], además de ser latinoamericanos, comparten la misma década de producción, la misma franja etaria en sus personajes, un posible retrato de la clase alta urbana y el desarrollo de la línea principal de la historia en una noche.
Parece que la juventud, protagonista en ambos films, debe ser retratada en la duración de una noche: una noche cálida que permita estar hasta tarde en la pileta o pasear sin restricciones por la ciudad. 
La noche.
La noche que demanda aventura, alguna locura para abolir el tiempo y gozar intensamente, como dicta el mandato juvenil. La noche que apura y  libera y que muere lo suficientemente tarde como para haber olvidado al mundo entero en su transcurso (como dice uno de los caifanes para inaugurar la aventura: “La noche es larga, Caifanes”).
En ambos films, noche mediante, lo que prima es un gesto de rebeldía, una búsqueda de peligro para quebrar el tedio cotidiano, aunque de modos bastante distintos.
En la película de Torre Nilsson la juventud es de una clase acomodada; de familias bien de Buenos Aires con estancias a su haber y futuros “formidables”; que decide en un afán caprichoso apoderarse de la terraza del edificio de los padres  y permanecer allí todo lo que su deseo dicte. Esta rebeldía vana de aparente libertad (con la paradoja de estar en un edificio, aislados de la ciudad, en la cima) se celebra con jazz (no podía ser menos), escarceos sexuales, alcohol y cigarrillos.
En el film mexicano la cuestión es distinta. Se trata de una pareja clase alta que, a partir del aburrimiento de la chica y sus ganas de tomar riesgos, terminan intimando en un auto ajeno. Allí son sorprendidos por el dueño, Capitán Gato, que junto a su pandilla de caifanes (unos muchachos clase baja noctámbulos) los invitan a pasar la velada con ellos. En este caso la rebeldía es a costa del delito, del roce con el peligro de la urbe, que es moneda corriente para los que poco tienen que perder y novedad para los que que participan sólo por esta noche, los empoderados. La banda sonora por otra parte es más autóctona y hay rancheras, boleros y hasta un tango “de la época de oro de don Carlos Gardel”.


En las dos películas; gran tema de la juventud, gran tema de la noche; se juega la carga erótica, el deseo furioso.
En LC aparece a partir de las miradas. Miradas a través de espejo retrovisor, de refilón, desde el costado, miradas compartidas a las piernas de Paloma que asoman bajo la falda del vestido y en la complicidad de la banda frente al novio celoso (cuya relación con la chica es material para todo un análisis de género). Miradas que llevan luego a un roce de manos y a un breve romance entre el Estilos y la muchacha.
En LT por otro lado, la seducción está presente todo el tiempo: chicos y chicas esbeltos en malla, permanentemente entre  bailes, miradas y chistes.
En un momento juegan a “la balsa”, en donde cada une de los personajes elige con quién se queda desechando al resto y arrojándolos a la pileta, no sin antes declarar las razones por las cuáles pierden la candidatura. Aquí se empiezan a armar las parejas y además, hallazgo para la época, hay una salida del closet (algo hostigada por otro lado) de uno de los personajes.
Otra parte cargada de erotismo es la que se da entre Alberto y Claudia durante la noche, cuando ella tiene frío y él la calienta respirándole cerca y luego le saca, debajo de una toalla, la malla mojada.


En ambos films también está presente la contracara de lo erótico, el filo, el último peligro. La muerte.
En LT es la amenaza del suicidio con la que mantienen alejados a los adultos impidiéndoles interrumpir la fiesta, es el cuerpo joven que oscila en la noche, tentando a caer a la realidad del concreto y del mundo. También es el intento de homicidio de Belita cuando Rodolfo, el violento personaje que interpreta Leonardo Favio, la arroja como última acción frente al fin inevitable de la rebelión. Es Belita, la niña de los mandados, la niña que sueña con poner un kiosco, la que termina pagando los platos rotos con su pierna.
En LC la parca aparece en los refucilos de la violencia de la noche: la pelea a punta de puñal en el cabaret del Géminis, el papa noel ebrio que interpreta Monsiváis al que le destrozan el traje por puro juego sádico, el automóvil desacatado de velocidad huyendo de la policía con alcohol circulando, la aparente asfixia que finge el Azteca cuando aburridos juegan a los muertos en el cementerio encerrándose en ataúdes. Y también aparece encarnizada en una prostituta vieja y huesuda, muy maquillada, a la que la llevan de paseo en un coche fúnebre, burlándose una vez más de la muerte.


Ambos juegos de rebeldía culminan con el día: en LT, luego de que Rodolfo tire a Belita, todo vuelve a su status quo y, elipsis de por medio, en la pileta vacía juegan con las hojas otoñales los hijos de trabajadores. Belita con su muleta y su amigo del teatro.
En LC, la pareja ya peleada es llevada por los caifanes a través del mundo popular, que de día pierde brillo y se muestra como es: pobretón y trabajador, cargado de gente que viene y va buscándose la vida.
La pareja se baja, se alejan y el viaje de descubrimiento de Paloma queda hasta el momento en un pequeño coqueteo por el tentador mundo de las clases bajas, por sus vecindades desconocidas, por su dialecto y su compadrería. Queda en un caballito que le regaló el Estilos. Eso sí, hay una decisión: vuelve en su taxi sola, dejando a su novio en la calle.
Queda la noche, los momentos que se alcanzaron en la lucha contra el aburrimiento, los besos y las risas ahora atravesadas por el día que demanda rutina nuevamente, por el tiempo que avanza y pide más.


Quedan los goces contrastados: el ocio y la quietud aristocrática de los jóvenes de LT, tirados en la pileta, rozándose los pies, al sol (algunas reminiscencias pueden sentirse en “La Ciénaga”), que por tener todo sienten que no tienen nada. En el otro extremo la road movie citadina, el movimiento permanente de LC, el movimiento de los nadies, de los desposeídos que exprimen la noche en aventuras. Aventuras vanas pero aventuras, sacudones a la vida que les corre por los cuerpos -esos cuerpos que es de lo poquito que poseen-, antes de devolverlos.
Un sacudón al tiempo que es en suma el gran problema para ambas películas: qué hacer en la noche, qué hacer con la noche, qué hacer con el tiempo de la juventud, con las ganas y el mandato del goce. Aquí calza el lema punk de “Viví rápido y morí joven”, la aventura autodestructiva de consumirse rápido y sin concesiones con la sociedad. Contrarrestar ese tirón largo que es la vida de la civilización urbana que Tom Lupo sintetizó en “Semen / cemento / cementerio”.
En suma, la noche pasa y la cuestión es atravesarla de algún modo: henchidos de vida y faltos de futuro como los caifanes o seguros y aturdidos del aburrimiento como los chicos bien de México o Argentina. 
En suma, como decía Baudelaire: “Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, / ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! / De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.”

“La Terraza” y “Los Caifanes” están disponibles en youtube.
“Los Caifanes” también está disponible en el catálogo de Netflix.
Texto originalmente publicado en la Revista Pulsión N2 "Militar el cine"


                                                      





[1]La terraza” (1963) Leopoldo Torre Nilsson, Beatriz Guido.
Los Caifanes” (1967) Juan Ibañez, Carlos Fuentes.

domingo, 5 de marzo de 2017

FALSOS FEMINISMOS






"Yo dije “soy feminista”, pero muchas nos dijeron “vos tenés un pene”. 
Fui muy insultada dentro del feminismo y eso te duele más 
porque no lo esperás de este sector. He recibido insultos gruesísimos."

LOHANNA BERKINS


El feminismo; esta praxis histórica, diversa, en creciente amplitud mediática desde hace algunos años; muchas veces le sirve a personas de escudo argumental para manifestar sus resabios machistas.
Voy de nuevo: hay personas, que se autoproclaman feministas, que se agrupan en colectivos feministas y comparten textos feministas y luchan por causas feministas, que son profundamente machistas.
Voy de nuevo: todxs somxs profundamente machistas, nuestra matriz sociohistórica nos atraviesa, somos entonces la acción que tomamos a partir de ser concientes de esa situación. He ahí el feminismo. 
Lo que intentaré poner en cuestión concretamente es que hay prácticas sumamente machistas que se dan dentro de colectivos marcados como feministas que no logran repensarse a sí mismos.
Creo que hay que ser capaces de dar el debate DENTRO de los colectivos, de poder discutir muy seriamente cuestiones que se dejan de lado y se naturalizan por constituirse en lo políticamente correcto dentro de la supuesta incorrección. Y ésta palabra no es casual porque a veces termina siendo la punta de lanza de la supuesta pertenencia al movimiento. 
Lamentablemente, para algunas personas, el feminismo se ejerce como un mero gesto de rebeldía, un malentendimiento de lo punk, una vía de expresión de una adolescencia tardía.
Por supuesto que no esta no es una responsabilidad del feminismo, pero sí un tema que le atañe. 
Son los reveses que surgen en organizaciones que dicen practicarlo, en sujetxs que construyen discurso desde esa posición, que embanderan las mismas causas. 


1 "PIJA VIOLADORA A LA LICUADORA"


Este slogan, este leitmotiv que muchas veces se enarbola en marchas, que se pinta furiosamente sobre las iglesias, que se grita a los "machirulos", ¿Qué está diciendo?
Pongamoslo sobre la mesa.
La primer palabra es "pija". Un órgano genital que la ciencia ha considerado históricamente como atributo de la masculinidad, que ha sido -y es- hegemonía del discurso simbólico con su carácter de "falo" y que define, en la concepción binarista heteronormada y transfóbica, el género de un individuo.
La "pija" en esta frase es la violadora, ese órgano sin capacidad de pensamiento, es ¿quién? viola.
Esta simplificación de lo complejo que es un acto de violación es sofocante. 
No hay persona pensante detrás de esa frase, no hay una conciencia atravesada por una historia, es una fetichización por la negativa. 
Mano que roba se corta, pija que viola se licua. 
Detrás, las personas. Detrás, lo complejo. 
Y en realidad lo realmente transformable.
No puedo dejar de pensar en Effy Beth a la hora de escribir estas reflexiones. Effy dedicaba harto tiempo de su artivismo en repensar las categorías de la heterosexualidad y del hombre. Entendía que la marginalización dentro de las luchas diversas y feministas de pensamientos profundos sobre éstos temas, de posibles construcciones teóricoprácticas alrededor de cuestiones que atañen a esas categorías, era una zona urgente de trabajo.
Ella contaba de una campaña contra la violencia de género cuyo lema era "Sacale tarjeta roja al maltratador" y su posicionamiento era bien claro: esa campaña es marginadora y termina por no discutir a fondo el machismo. Machismo que es inherente al maltrato. 
Effy se hacía preguntas tales como qué es lo que lleva a un hombre cisheterosexual a prender fuego a la mujer cis heterosexual que presuntamente ama, qué es lo que atraviesa su subjetividad de un modo tal violento que no encuentra otra forma de resolución que esa. 
Detenerse en el agresor y en su castigo, que el fin último sea licuar genitales, me resulta de un infantilismo ideológico aterrador. Sin embargo entiendo la raigambre de este tipo de pensamiento. 
Aunque me cueste comprender que las mismas personas -universitarias, clase media, psicoanalizadas- que comparten frases de Foucault y que han tenido contacto con su obra y la valoran compartan su apoyo al linchamiento público de violadores, aunque me parezca absurdo que frente a situaciones de abuso de menores lo único que pretendan sea la represalia al sujeto, esta demonización y este modo de posicionarse tienen una clave netamente política. 
Son herederas de un modo de pensar la militancia que se reivindica muchas veces en partidos autodenominados de izquierda, un modo de pensar la militancia como lucha directa, armada, como neoguerrilla. La nostalgia de un malentendido ideal guerrillero setentista, si unx escarba un poco, es lo que nutre muchas veces este posicionamiento en personas que se reivindican como activistxs, como militantes.
Hay un refrito del modo de accionar de la época de la dictadura que no sólo está descontextualizado sino que muchas veces está vacío de contenido, vacío de la formación de los grandes cuadros políticos que había entre los militantes de aquellos años. Poca formación y mucho aguante. La idea romántica de tomar la calle, de marchar, de ponerse un pañuelo sobre el rostro. 
Una concepción belicosa de la reinvidicación por una mayor justicia sobre aquellxs que son considerado lo diverso o lo inferior en la sociedad contemporánea, en este caso la mujer.
Aquí entonces se instaura no sólo una ética falluta, contradictoria, sino también una estética que resulta atractiva a la juventud. El mundo se cambia de la noche a la mañana y se cambia tomando la calle, pintando frases como "la única iglesia que ilumina es la que arde", linchando a los violadores ante la falaz acción de la justicia burguesa (real, concreta, sí).
Esta estética se devora debates necesarios, se devora preguntas necesarias, se devora el detenerse a pensar. En el momento actual, como bien decía una amiga, lo difícil es pararse un momento frente al hábito, frente a la rutina. Aunque esta sea la rutina de la norutina. 
Lamentablemente se consolida también en lo presuntamente incorrecto una corrección política, un estilo de lo antisistema, una crisálida común.
Y también, lo concretísimo de este tipo de acciones es que carecen de un verdadero pensamiento estratégico. 
Apuntan a un mundo sin machismo en su ideal pero creen fervientemente que el modo de ir hacia él es cortandole la pija a los violadores, llenando de aerosol las iglesias e insultando a los machistas.
Insultos que, muchas veces, reflejan concepciones ultramachistas: pitocorto, maricón, precoz, etc.
Ante la hegemonía del falo un regodeo del mismo, ante la agresión de los hombres cis una agresión de vuelta, ojo por ojo, concha por pija. 





2 NINGÚN PIBE NACE VIOLADOR



Ante la fatalidad de la noconciencia de una ideología imperante que atormenta a los hombres cis heteronormativos atravesandoles el cuerpo; su capacidad de satisfacer a una mujer, el mandato de hacerlo, la fijación en su pija (tamaño, erección, duración); la marginalización abierta, el desprecio.
Pareciera que no se puede repensar el lugar del hombre sin correr el riesgo de desfeminismizarse, o como muchxs sostienen: el territorio para pensar el lugar de los hombres tiene que salir de los hombres cis y no de las mujeres feministas.
La complejidad de la construcción de la masculinidad en el mundo machista parece ser vista a veces como un chiste, reducida al meme, sin profundización. Hay un libro muy interesante, de clave psicoanalítica, donde Silvia Bleichmar encara la problemática de esta construcción, se llama "Paradojas de la sexualidad masculina".
En lo que a este texto concierne voy a acercar una única argumentación que para mí muestra lo tenaz que es el ejercicio del machismo sobre los cuerpos de los hombres cis. Sobre mi cuerpo. 
El modo en que la "potestad" de ser hombre es siempre un territorio en riesgo.
En el modo de relación que se establece con la mujer cis (o quién cumpla en realidad el rol pasivo, ya que esta lógica se repite tal cual en relaciones homosexuales), en el "éxito" o "fracaso" de las conquistas y del goce de esx otrx (más bien la idea de goce que se construye sobre esx otrx) se valida o no la pertenencia IDENTITARIA del hombre cis heteronormado.
Ser hombre es un "tesoro" siempre a punto de ser robado, de ser falseado. En evaluación permanente, el boncha deberá sostener todo el tiempo un discurso sin fisuras donde su debilidad esté tapada, su sexualidad unidireccionada y su "propiedad" cuidada.
Revés de la mujer como constante objeto de deseo, el hombre como sujeto deseante sin pausa. Si deja de querer coger, es puto. Si su novia coge con otros, es puto. Si la tiene corta, nació para puto. 
Si es puto, no es hombre. 
Sino se apropia del otrx objetualizandolx de manera feroz, no es hombre.
No sostengo que las violaciones sean todas producto de esta faceta de la construcción de la masculinidad pero espero sin embargo que sirva como pequeña prueba de los modos en que la violencia se ejerce contra el propio agresor antes de exteriorizarse. 
Modos complejos que muchas veces no son siquiera considerados, convirtiéndose los agresores en monstruos. Lo que acaban las mujeres con su muerte, con su destrucción, crece antes como un tumor en los cuerpos de los hombres.
Sin comparar las situaciones de agresor-agredidx, y ferozmente en contra de la violencia de género, creo que es hora de iluminar la parte sumergida del iceberg. Para poder realmente accionar de manera transformadora.
La idea masiva en ciertos colecivos es que la acción es el escrache violento, la castrada o sus derivados -al menos en el discurso-, y no la verdadera transformación de lo que subyace a esas acciones que lamentablemente son moneda corriente.






3 CUESTIÓN FRUTAL: BANANAS, DURAZNOS, MELONES



Hago un propio repudio: en un viejo trabajo documental que hicimos en el año 2012, Reset, unx de los entrevistadxs dice que "tener pija es ser una persona privilegiada". Luego se corrige y dice "se piensa que es una persona privilegiada" pero de todos modos no problematiza la afirmación. 
Un grupo de amigos cis, heterosexuales, quedó muy disgustado con ese trabajo porque se habían sentido atacados. En ese momento no pude comprender por qué y me enojé, me pareció una actitud reaccionaria. Ahora creo poder entender qué cuestiones pueden ser leídas como una ofensa.
Tener una pija no es de por sí un privilegio, en todo caso es un atributo cargado de significación de poder y leído como privilegio pero por el cuál hay que pagar. Caro.
En principio no basta con que sea eventualmente una pija, tiene que ser una pija grande, gorda y de erección firme, una pija que aguante en el coito lo suficiente como para hacer gozar, una pija omnipotente que, como lo construye-demuestra el porno, es la real protagonista de los encuentros sexuales. Una pija en permanente competencia con pijas fantasmagóricas, enemigas, que se disputan el poder del "hacer gozar".
El hombre no porta a la pija sino que como el reloj cortazariano es portado. Su cuerpo, la magnificencia de la piel, de los recovecos, queda (como sucede con los agujeros y las tetas en las mujeres) subsumido en su pija. 
El recetario heteronormado de la relación sexual es el orden de las paradas en el paseo que este órgano independizado va a ejercer sobre el cuerpo de la mujer.


4 ANTIPEDRADA



"La eficacia de la dominación moderna residiría 
en el desconocimiento de esta heteronomía: 
el sujeto trabaja para el señor -para la "gloria" o para el goce del señor - 
suponiendo que lo hace para sí. 
El sujeto le suministra al señor un cuerpo, un cuerpo consagrado 
a la reproducción material del orden establecido, 
pero lo hace como si ese cuerpo fuera su propiedad privada.
 Que el individuo sienta que hay un núcleo íntimo que se sustrae 
a la exterioridad de los rituales públicos, 
no es una prueba de los límites de la interpelación sino de su eficacias: 
la ideología funciona cuando el sujeto 
no se experimenta a sí mismo como un agente al servicio de ella;
la ideología funciona cuando el individuo
 no percibe la interpelación como una prescripción 
sino como una descripción objetiva de lo que él es."

"El señor, el amante y el poeta", Dardo Scavino



Quién no este atravesado por el machismo que arroje la primera piedra.
Lo crucial de esta discusión es que no basta arrojar sobre el/la/le Otrx al monstruo. Sino poder reconocerlo en unx, apropiarlo, redefinirlo, redesearlo.
Nuestro deseo corre tensado por esa ley. Menester conocerla. Ser responsable de ella.
Entonces cuando sea el otro, cuando lo abominable aparezca; la violación en sus mil formas; cargarse de esa rabia y luchar por una justa condena pero poder capitalizarla en un trayecto de acciones más amplio que comprendan que ese violador es un ser enajenado que reproduce una ley que lo comanda. 
Y que la verdadera batalla, la que erradica esos actos de extrema violencia, se da transformando a los potenciales agresores en compañeros feministas, no amenazando con licuarles su "parte maldita".
Por eso los "hombres" y la heterosexualidad tienen que ser temas de agenda permanente, campos de batalla en la lucha feminista, no el enemigo.


POSDATA



Un texto ardido de lucidez de Effy Beth, para quienes quieran profundizar algunas cuestiones aquí tratadas:
LA H MUDA