INVASIÓN
Las tropas habían entrado. Sujeté a mi hija en
brazos.
En el reflejo del espejo vi la mueca de dios.
Tragué saliva y cerré la ventana.
HUIDA
El carruaje subía y la lluvia bajaba en forma de
serpientes por las ventanas.
A mi lado se encontraba la princesa, asustada y de
cara al cristal con la mirada perdida.
Los soldados podían alcanzarnos en cualquier momento.
Yo jugaba con un monedero que me había regalado S.
Antes de que nos encontraran pude ver un ciervo
escabullirse por el bosque, detrás de mi ángel guardián.
EDUCACIÓN
Sentado
en la falda de una señora mayor que no era mi abuela y creía serlo.
Vomité
un vestido violeta y la garganta se me agrietó. Mi curiosidad era una caverna
repleta de murciélagos.
La
señora no me miraba, se reía como una idiota. La apuñalé con su paraguas.
Mientras
moría, ensangrentada, se reía.
Me
vestí de violeta y bebí la sangre como un gatito hambriento.
SUEÑO
Tenía
veinte años y el pelo negro y largo hasta los pies.
Mi
piel era una rebanada de papel, mis ojos cruces azules.
Escribía
en una máquina de escribir rosa, sentado en un puente, todos los sábados a la
mañana.
Una
noche veía a lo lejos, en lo hondo del mar, ahogarse a una estrella.
Desde
ese día frecuentaba los relojes, mis ojos eran círculos y decidía escribir
únicamente sobre papel dorado.
INVIERNO
El
frío me pintaba las muñecas y la frente de gris azulado, me retorcía las venas
con su mercurio.
El
cielo era una herida inmensa sobre nosotros, sangrante de topacios.
Todo
parecía hecho de tempera mojada, la piel nos brillaba como una tiza extraña.
El
tiempo se movía como las corrientes de un río turbio.
JORNADA
Me despierto hecho un epistolario de fantasmas.
El café me traga en su negra pupila, soy un velero
perdido naufragando en la cafeína.
No soy ciudadano ilustre de mi cuerpo, me rechaza
como se rechaza un beso.
El corazón es una maraña de gritos, el humor una
serpiente de cascabel.
Dedico el día entero a lavar mi melena con semifusas
violetas.
ABANDONO
Caminaba sediento por el sendero rumbo a la fuente y
escuché su voz llamándome.
Comenzaba a nevar, el cielo estaba envenenado de
turquesa. La voz se volvía a cada paso más lejana y más antigua.
En cuánto llegué a la fuente me di vuelta.
Desde lejos parecía un cuervo y la nieve la iba
enterrando cruda con una ternura bestial.
ACUARELA
Un lunes cualquiera me levanto de la cama, camino
hasta el espejo, y me encuentro tristemente azul. Un azul intenso, de cielo
sobre desierto.
El día transcurre lento como un velorio veraniego.
Camino azul por las callecitas de mi pueblo. Azul
hasta el centro y azul hasta mi casa.
A la noche me destiño en mi cama, empapando de celeste
las sábanas blancas.
De Llaves de papel, inédito, 2007-2011
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