lunes, 27 de abril de 2020

LOS CUERPOS EN LA NOUVELLE VAGUE


Todo el cuerpo hacia qué
Idea Vilariño

Todo el cuerpo hacia qué lamenta Idea en uno de sus primeros poemas.
Si la tristeza es también esa disminución de las potencias del cuerpo (Deleuze y lxs poetas de todos los tiempos), esa caída en desgracia, ese herrumbrarse las partes; entonces una revolución, necesariamente vital, alegre (Jauretche y lxs revolucionarixs de todos los tiempos) despliega la potencialidad pura de los cuerpos implicados.
La Francia del 60’ es una maqueta europea de lo revolucionario; un corredor de luces y sombras, de cafetines cargados de jóvenes con cigarros fundidos a las manos y Beauvoirs y Sartres profetizando desde las ventanas, con los restos ardientes de Bataille[1] de Rimbaud, de Artaud y la champagnada subversiva del mayo ’68 con la abanderada y payasesca caripela de Cohn-Bendit de contraplano al burlesco de un De Gaulle acuervado en cadena nacional.
Mientras –y porque- se imprime esta década explosiva, en el cine francés una nueva ola sacude la llanura de una producción avocada casi en su totalidad al ‘cinema de calidad’. Películas cuyo fuerte era la adaptación de obras literarias francesas a la gran pantalla con montajes austeros y el acento en el decir de los actores y las actrices y en los textos de los guionistas. La nueva ola busca extremar la potencia del cinematógrafo (eso es Bresson) para sacudir el hojaldre delicado de las décadas pasadas.
Y esto se ve fuertemente en los cuerpos, en las corporalidades desplegadas en ese memorial que es el cine, en Godard, Truffaut, Rivette, Resnais, la Varda.
Los cuerpos entran de otra manera en la pantalla; son sombras del amor y de la muerte con una voz que atraviesa los poros y que apaisaja por igual la piel del amante y la ciudad destrozada (Hiroshima mon amour), son una corrida infinita de un cuerpo entero de niño hacia el mar que hará llorar a Favio (Los 400 golpes), son el estrepito jazzístico del andar de un Belmondo y el aniñado-paródico andar de una Karina (Pierrot le Fou).

*

Ante el regionalismo francés, unívoco: el pastiche yanqui, paródico.
Ante un cine transparente, lineal: un cine manchado, yuxtapuesto.
Ante la mirada aparte, dramática: la mirada a cámara, lúdica.
Ante el cuerpo declamativo, sentado: el cuerpo deportivo, corriendo.

*

Son esos cuerpos antiemblema que se regocijan o se aburren pero que siempre están corridos de la codificación normalizadora. Que proponen otros usos del espacio (el café como pista de baile, el automóvil como mesa de café, la cama como ring de boxeo, la calle como la cama) y otros usos del tiempo (detenciones repentinas o súbitos levantarse de la silla y huir fuera del plano, enmudecimientos que se solapan con una música invasora o un llorar a ¾ de emoción y detenerse para encender un cigarrillo).
Lo liberador del cine sesentoso francés no es sólo su faceta más políticamente explicita sino la pedagogía de esos cuerpos abiertos a la deriva citadina que kinestesicamente nos dejan el cuerpo cargado de yire, de afán, de estrepito urbano.
Es cierto también que, años más tarde, podemos leer los cuerpos posteriores de la cinematografía francesa y mundial; los cuerpos lánguidos, sumidos, detenidos en un mirar sin rumbo; como la resaca de todo este caudal de cuerpo nouvelle-vagueoso que aún en su contraproductividad (no trabajan, ‘pierden el tiempo’), no dejan de moverse y de decir “oh soy joven oh soy ágil”. Podría arriesgar que las camadas de cuerpos demorados, alicaídos, que vendrán posteriormente; le contestan de algún modo a esa eferversencia sesentista que no bastó con la energía y la imaginación al poder para dar vuelta la partida del mundo. Ver por ejemplo los cuerpos taciturnos de ‘D’est’ de Chantal Akerman.
¿Qué puede un cuerpo? y ¿cómo se muestra el poder de un cuerpo sin recaer en lo hegemónico, sin anular las posibilidades de los otros?  Peligro, ya que el cine (Aumont dice) es ante todo ostentación. Es un acto de exhibición, de muestra y una inyección de deseo (o cómo terminar una película de la NV sin querer fumar).
Preguntas que estas 1000 palabras, en un gesto propio del tema que aborda, dejará de lado, dejará velado, dejará.

*

O también:

Los cuerpos de la nouvelle vague deambulan la ciudad en yire deseante.
Saltan de los automóviles, de los colectivos, de las bicicletas, de las ventanas.
Caen de pie, gatunamente.
Si se lastiman, se ríen de esa hilacha roja que les asoma. Se manchan por molestarse.
Las chicas juegan a ser mujeres, a ser actrices de cine, y fuman como si sólo se tratara de eso.
Los chicos juegan a ser hombres, a ser actores de cine, y fuman como si sólo se tratara de eso.
Andan así. En la juega.
Deliran. Derivan.
Arremeten una corrida escaleras abajo con un ritmo de batería free jazz o subitan un repentino congelamiento de estatua de parque.
La ciudad es un libreto de farsa para los cuerpos de la nouvelle vague. Para su flaneurismo de rockola.
Hacen noche al día. Lo dan vuelta y lo hacen girar.
Toman a los automóviles sin ningún respeto, son transiciones espaciales, lo importante es que los lentes hagan alianza con el descapotable para jugar a la postal norteamericana. Para par odiarla.
Toman el dinero como a un souvenir, una golosina. Afanan con goce angélico y los besos se dan como estampillas o como arrojando agua de un jarro al río.
Los cuerpos de la nouvelle vague son la                      Ola                 y


ROMPEN

                     de frente
                                                                             al Ojo impúdico de la cámara

con el gatillo
                       de su

                                                    Mi
                                                                   Ra
                                                                                          da !

Texto publicado originalmente en la revista El ojo y la navaja #2 
de la Plataforma de Teatro Performático 
             









[1] La muerte se asocia a las lágrimas, del mismo modo que en ocasiones el deseo sexual se asocia a la risa; pero la risa no es, en la medida en que parece serlo, lo opuesto a las lágrimas: tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se relacionan siempre con un tipo de violencia que interrumpe el curso regular, el curso habitual de las cosas.

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